sábado, 11 de julio de 2020

A la búsqueda de Fulcanelli


La lectura de "El Misterio de las Catedrales" de Fulcanelli, me causó en su día, hace ya unos cuantos años, una fuerte impresión. 

Como siempre tengo por costumbre, hice frente a su lectura con un cierto distanciamiento para no tragarme a "pies juntillas" cualquier hipòtesis formulada por cualquier otro sin someterla previamente a mi libre examen.

Tomando el libro como punto de partida, comencé a investigar por mi cuenta y a buscar las interrelaciones entre el misterioso personaje y las pistas que sobre su supuesta identidad ofrecían las fuentes disponibles.

El primer hilo conductor lo encontré en Zanoni (la novela esotérica de Sir Edward Bulwer Lytton, que fuera miembro activo de la Societas Rosicruciana in Anglia, S.R.I.A) y que por su perfil podía encajar con el escurridizo Fulcanelli pèro no por su línea temporal.

Tenía un punto de partida y ya era algo, pero para ser sincero, me encontraba en un punto muerto. 

En estas, un gran amigo mío, miembro de un antiguo y noble linaje de libreros de Barcelona y con quien de tarde en tarde compartimos cena, café, copas y épicas tertulias, me dio una ayuda inestimable en mi búsqueda. 

Aquel viernes por la tarde, había acudido a su extraordinaria librería de libros raros para encontrar un ejemplar de las obras de René Adolphe Schwaller de Lubicz (y a fe que las encontré) y durante nuestra larga conversación, le comenté que iba a la zaga de Fulcanelli y de su selecto círculo de alquimistas parisinos. 

Mi buen amigo me dijo que no iba desencaminado en mi búsqueda y que entre Fulcanelli y Schwaller de Lubicz había una relación directa que pasaba por Pierre Dujols y Eugéne Canseliet, que en el París de los años 20 se reunían en los cafés de los bulevares de Paris para profundizar en los conocimientos sobre alquimia y el arte sagrado entorno a un curioso, excéntrico y polémico personaje llamado Jean-Julien Champagne y que debía seguir su pista. 

Según parece, el tal Jean-Julien Champagne hacía honor a su nombre y aunque bebía en cantidades exorbitantes en sus tertulias parisienses, era un personaje brillante y cautivador y muy bien informado acerca de lo que hablaba y que consiguió que sus compañeros de tertulia, igualmente inteligentes y cultivados, empezasen a gestar la leyenda acerca de sus enseñanzas, que hubiesen quedado en nada, o en mera fábula, de no haber sido por la publicación de “El Misterio de las Catedrales” y más tarde, de “Las Moradas Filosofales”.

Por tanto, por la información recopilada en aquella esclarecedora conversación, todo llevaba a pensar que el "inventor" del personaje de Fulcanelli no fue sino el propio Champagne, pintor mediocre y fervoroso estudioso de la Alquimia, que estaba en contacto con grupos de estudios esotéricos y con editores y libreros, como Pierre Dujols, que dirigía “La Librairie de Merveilleux”. 

Pasó el tiempo y tras la lectura detallada de la obra de Schwaller de Lubicz y del inencontrable libro de Pierre Dujols, “Hipotiposis”, di un nuevo paso adelante en mi búsqueda del misterioso Fulcanelli y no llegué a descartar la hipótesis de que el propio Champagne se hubiera apropiado de los conocimientos de aquellos y los hubiera plasmado, convenientemente "tuneados" en sus propias obras. 

Lo cierto es que basta con leer detenidamente el libro de Dujols, para darse cuenta del enorme parecido de conceptos y teorías que más tarde veríamos punto por punto en las obras de Fulcanelli, tales como su concepto general sobre la Alquimia, notablemente parecido al que aquel reflejará en sus obras, aparte de otras cuestiones igualmente importantes desde el punto de vista simbólico, tales como las conexiones entre Hermes y la Agricultura Celeste, entre otras. 

Y en este punto, aparecía en el centro del escenario Schwaller de Lubicz, un extraordinario erudito y estudioso del Simbolismo y la Alquimia y hombre plenamente convencido de los peligros que una interpretación y aplicación profana del trabajo sobre el átomo por parte de los físicos nucleares, podría llegar suponer para la Humanidad. 

Jean-Julien Champagne muere en 1932, olvidado y sin reputación alguna. 

En sus últimas horas, su discípulo Eugene Canseliet estuvo junto a él y lo interesante es que Canseliet afirmaría que aunque su maestro había presumido de haber conseguido culminar la Gran Obra, el jamás lo lograría. Posiblemente (y esto es una especulación mía), Canseliet jamás conseguiría su objetivo porque nunca tuvo a tal maestro, por lo cual, al tener que recurrir a indescifrables textos antiguos, debería haber llegado a un punto muerto, dado que no poseía las cualidades y capacidades necesarias. 

En estas, cayó en mis manos una de las mejores investigaciones llevadas a cabo sobre Fulcanelli escrita por el masón de alto grado Robert Ambelain en su obra “Dans L’Ombre des Cathédrales”. 

En su altamente recomendable libro, Ambelain escribe: “A la memoria de Fulcanelli, artesano de la Ggran Obra y Filosofo del Fuego, dedicamos este imperfecto y tosco ensayo de esoterismo hermético”

Ambelain explicita así su admiración por la obra de Fulcanelli y viene a conceder que tras este misterioso nombre se esconde un sabio poseedor del secreto alquímico trascendental. Ciertamente empezó a desencantarse tras el encuentro con el primer editor de Fulcanelli, Jean Schemit. 

Precisaba pedir permiso para reproducir una ilustración y , como digo, no se le ocurrió mejor idea que visitar al editor de la obra de Fulcanelli. Y dice Ambelain que Schemit le confesó que en 1926 había recibido una extraña visita de un hombre bajito, de bigote excéntrico que le habló sobre la arquitectura y las claves ocultas que velaban las catedrales. 

Habló del lenguaje de los iniciados y todo un cúmulo de conocimientos que al parecer sabía muy bien señalar en las catedrales góticas. A las pocas semanas, el editor recibió la visita de Canseliet, cargando su voluminoso manuscrito que se convertirá posteriormente en “El Misterio de las Catedrales” y de inmediato se dio cuenta que el original versaba de lo mismo que le había referido su extraño visitante días atrás. 

Pero fue en el momento en que Canseliet llegó junto a Champagne que el misterio se reveló. Se traba del mismo personaje enigmático que lo había visitado. 

Es más: Según Ambelain, Schemit percibió de inmediato el respeto casi venerable que le tenía Canseliet, quien lo llamaba “maestro” en todo momento. Y dijo: “Nunca se habló de que Fulcanelli fuese una persona real de este nombre o un misterioso personaje oculto detrás de este nombre. 

Nadie habló de ello, y era siempre Champagne quien juzgaba, elegía y decidía. Por esta razón estoy convencido de que Champagne y Fulcanelli eran la misma persona”. Y por si hubiera dudas, la propia portera de la Rue de Rochechouart, donde vivían Champagne y Canseliet en habitaciones contiguas, declaró haber oído a Canseliet que a menudo le llamaba “mi maestro”. 

Quienes nos hemos interesado por Fulcanelli, recordaremos la enigmática firma que pululó por todo el orbe y que simplemente decía “AHS Fulcanelli” Pues Ambelain demuestra con claridad, tras someterla a análisis, que era la misma caligrafía de Champagne. 

Y no sólo eso, sino que Ambelain demuestra que en el cementerio de Arnouvilles-les-Gonesses figuran las mismas iniciales.

"AQUÍ DESCANSA JEAN JULIEN CHAMPAGNE. APOSTOLICUS HERMETICAE SCIENTIAE 1877-1932"

En su Punto Omega, Champagne debía dejar un rastro de su pista y su nombre en clave oculta. 

Porque... ¿sabéis lo que qué significa FULCANELLI? 

Es un anagrama de “L'Écu Final” (El escudo Final). Y casualmente en la primera edición de “El Misterio de las Catedrales”, en la última página aparece un escudo o emblema con una leyenda que dice: "UBER CAMPA AGNA". 

Y Champagne se llamaba Jean Julien Hubert Champagne, tomando el segundo nombre de su padre. Y dando por supuesto que quien leyera Fulcanelli se familiarizaría con el lenguaje fonético según la tradición cabalística, aquellas palabras tienen el mismo sonido y una es indicativa de la otra.

HUBERT CHAMPAGNE. ¡Fin del Misterio!

Pienso que no deben quedarnos dudas sobre la auténtica persona que se ocultaba bajo el pseudónimo de Fulcanelli ni de que, pese a su pasión por la Alquimia, sus obras fueron terminadas por Dujols y Schwaller de Lubicz pero pulidas por la mano de Champagne y pienso que todos ellos formaron parte de un genial circulo secreto que predispuso aquella época hacia lo arcano y milagroso. 

En definitiva: dos hombres lo escribieron (Dujols y Schwaller de Lubicz) y tres propagaron la leyenda de Fulcanelli: Jacques Bergier (en “El Retorno de los Brujos”) Canseliet, y Champagne. Champagne fue un hombre que durante toda su vida buscó la realización de la Gran Obra , pero, al percibir su inminente fin, y viendo que no llegaba a nada concreto, decidió cuando menos, perpetuar un misterio que no existe. 

El problema surge cuando ahora creemos que aquellos libros eruditos pueden llevarnos a la verdad a través de la experiencia 

No dudo que contengan grandes verdades, pero seguramente aquella que buscamos está en otra esfera: en la propia naturaleza y lo más importante, a la vista de todos.

Yo, personalmente... sigo buscando... 

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