Me encontré
con el Go casi por casualidad.
Iba yo
rastreando por internet un tema relacionado con "El Turco" de Wolfgang von Kempelen a raíz de la lectura del ensayo que sobre este tema escribió Edgar
Allan Poe (Maelzel's Chess Player), y di con él. Desde entonces no he dejado de practicarlo y aprender con
él a penetrar en un fascinante e inagotable método de conocimiento simbólico
y filosófico del que poco a poco comienzo a intuir las sombras de su razón de
ser.
Os pondré en antecedentes.
El Go es un antiquísimo juego de mesa estratégico llegado del Lejano Oriente y quizás resulte dificil explicarlo porque, realmente, no se parece a ningún otro.
Se juega entre dos jugadores, que, alternativamente, colocan piedras blancas y negras sobre las intersecciones libres de un tablero de 19x19 líneas. El objetivo del juego es controlar una porción más grande del tablero que el oponente.
A pesar de su simplicidad, estos elementos constituyen un profundo lenguaje simbólico.
El cuadrado
del tablero representa la materia, el mundo material, la Tierra. Y el círculo,
de las fichas representa lo espiritual, el Cielo.
El círculo
sobre la intersección representa la rueda con su centro que, a su vez, es el
centro de la cruz: el quinto elemento, la conciencia. El negro y el blanco
representan la dualidad, como en el símbolo del yin y el yang, la pareja a
partir de la cual todo nace.
La imagen de
un tablero lleno de piedras sugiere también las formas de la Naturaleza, la
llamada geometría fractal, en la que dentro de un aparente caos se esconden
reglas matemáticas muy precisas.
El Go
desarrolla la visión de conjunto, la visión global, y permite comprobar que el
egoísmo y la visión parcial conducen inevitablemente al fracaso. Cada nueva
piedra cambia la situación sobre el tablero, y el jugador debe aprender a
reconocer y valorar constantemente los cambios.
El Go integra
la actividad de ambos lados del cerebro: el izquierdo, que pone en juego la
capacidad analítica, y el derecho y la capacidad creativa.
El Go pone
además en juego cualidades humanas: prudencia, valentía, tenacidad, serenidad,
cooperación... Por eso, no existen programas informáticos que jueguen bien al
Go.
El Go es, por
tanto, un juego netamente humano, y la partida equivale a una conversación en
la que ambos jugadores van mostrando sobre el tablero, incluso los aspectos más
íntimos de su personalidad. Por eso, en Japón le llaman “shudan”, que
significa: lenguaje sin palabras, entenderse sin palabras, “hablar sin hablar”.
El adversario
debe ser tenido en cuenta siempre, pues en cierto modo, la partida de go es una
construcción en la que dos oponentes, aun sin proponérselo, cooperan en la
producción de una obra que puede satisfacer tanto al ganador como al perdedor.
El Go es un
juego que puede asociarse con el universo del I Ching.
En principio
la relación entre ambos era evidente ya que los primitivos signos del Libro de
las Mutaciones no eran los trazos firmes o partidos, como hoy los conocemos
sino que eran círculos blancos y negros, pero más allá de un análisis sobre la
identidad histórica de los orígenes, es innegable que la filosofía del I Ching
y del Taoísmo en general, se hacen evidentes en la dinámica del juego y en su
lógica.
El Yin-Yang,
la complementariedad entre los contrarios enfrentados en el tablero y la
resolución final de cada partida, en la que ambas fuerzas se conjugan sobre el
tablero para ganar, pero lo hacen desde la conciencia de la relación de complementariedad
que ambos mantienen en todo momento, dado que para jugar una partida de Go, hay
que tener siempre en cuenta a los dos bandos, ya que preocuparse por tu
victoria frente al adversario y enfocar ésta exclusivamente desde tu punto de
vista y de tu intención, es el camino directo para cosechar la derrota.
Por decirlo
de algún modo: la mejor jugada en el tablero es aquella que es buena para
los dos y no sólo para mí. La mejor jugada de mi adversario es, a la vez, la
mejor jugada para mí. Tenemos que ser conscientes del "otro lado"
porque un enfoque unilateral centrado en ti mismo puede hacerte fracasar.
El Go es un
extraordinario método de crecimiento personal.
El juego nos enseña a ser audaces y, a la vez, prudentes. Una conducta muy atrevida o ambiciosa es tan peligrosa como la muy temerosa o conservadora; no debe atacarse tanto que, por ello, se descuide la defensa; sin embargo, el exceso de precaución no permite ver las oportunidades cuando se presentan, y ocasiona la pérdida de iniciativa en el juego.
El Go nos
enseña a ser perseverantes en el desarrollo de un proyecto, pero también a
saber cambiar a tiempo de estrategia; no se debe actuar rígidamente,
insistiendo en ideas que pierden validez al cambiar la situación; no hay que
seguir luchando por lo que está perdido, pero, al mismo tiempo, no hay que
abandonar nunca la lucha hasta que no se haya agotado la última esperanza.
El Go es pues
una dinámica integrativa y armonizadora entre contrarios que conlleva siempre
la búsqueda de equilibrio. Las piedras blancas y negras no deben estar ni muy
concentradas ni muy dispersas.
A menudo, lo
rodeado se hace rodeador; lo muerto, vivo y lo vivo, muerto. Finalmente, la
victoria puede obtenerse por la acumulación de pequeñas ventajas, aunque a
veces es necesario arriesgar todo en una batalla decisiva.
Es ser
consciente de la necesidad de contar con aquello que nos gusta, que
consideramos como positivo, sabiendo que nuestra estrategia para conseguirlo
debe ir indisociablemente unida a todo aquello que nos disgusta, nos molesta o
nos perjudica.
Es la pura expresión de la dualidad Yin-Yang, del cosmos y de la vida misma.
Aquí quisiera
apuntar algunas diferencias esenciales del Go frente al Ajedrez.
Mientras que
en la tradición mitológica del Go se dice que era este el juego favorito de los
Inmortales, en el Ajedrez no he sabido encontrar una analogía de este
principio.
Mientras que
en el Go, cuando jugamos surge el concepto de inmortalidad, en el Ajedrez la
partida acaba cuando hay jaque mate, por lo tanto, vamos a decirlo así, sería
un juego para mortales.
En el Go, en
cambio, puedes tomar determinadas posiciones y formar determinadas estructuras
donde un grupo de piedras es inmortal e indestructible (lo que en el Go se
llama un "grupo vivo") y cuando se alcanzan, se dota al jugador de
una seguridad absoluta. Se hace inmortal aunque puedas perder la partida, ya
que el adversario jamás, ni en su victoria, podrá destruir jamás.
Otra noción
que apela a la inmortalidad es que el juego del Go es tan abstracto e
impredecible que en el momento en que lo practicas, uno puede olvidar el
espacio y el tiempo ordinario y se entra en una estructura adimensional y
atemporal, como muy bien se refleja en una leyenda incluida en una leyenda
japonesa de origen chino titulada Ranka, en la que se cuenta que un leñador va al monte y tiene un encuentro con
inmortales que juegan a Go. Allí se queda absorbido mientras contempla la partida
y transcurren siete generaciones hasta que se despierta de nuevo.
Es decir, lo
que te permite el Go es percibir la atemporalidad, situándote fuera de la
dimensión espacio-temporal ordinaria por la vía de la abstracción en el
realización de algo concreto y ordinario como es jugar.
Otra
diferencia singular del Go con respecto al Ajedrez es que mientras que éste se
fundamenta en el objetivo del jaque mate, al ir profundizando en el Go te das
cuenta de que su lógica profunda se base en el principio de "vive y deja
vivir", ya que acabas siendo consciente de que no puedes eliminar
absolutamente a tu contrario ya que éste, al fin y al cabo, forma parte de ti
Otro aspecto esencial del Go en relación al Ajedrez es que las partidas de Go empiezan siempre con un tablero vacío en el que gradualmente el jugador va construyendo territorios y definiendo estrategias que, en su esencia, no trata de destruir al contrario sino de repartir el espacio porque hay sitio para todos. El jugador más experto conseguirá al final una ventaja en puntos sobre su contrario en el tablero, pero no lo eliminará.
En el Ajedrez
se empieza al revés: con un tablero lleno y la dinámica del juego pasa por ir
destruyendo y eliminando al adversario hasta conseguir el jaque mate. Es la
guerra total en su más puro estado.
En el
planteamiento de la dinámica del juego del Go podemos encontrar muchas
connotaciones que nos remiten a los principios del Arte de la Guerra de Sun Tzu, una de las conclusiones que pueden desprenderse de su
lectura es que el mejor general no es el que gana muchas batallas, sino el que
gana sin necesidad de luchar, porque ha conseguido un grado de fuerza tal que
no le hace falta demostrarlo en ninguna contienda.
En el Go hay
algo de esto. El objetivo es que antes de atacar uno se fortalezca.
Sun Tzu dice
de que es necesario hacerte fuerte como la roca, así el enemigo chocará como
una cáscara de huevo. No se trata de aniquilar al contrario, de luchar, de
atacarlo, se trata de fortalecerse uno mismo y, en la medida que uno se
fortalece, ganar la partida.
Esto también
se puede aplicar a la vida en general: no se trata de luchar contra nadie, se
trata de ser uno mejor, de hacerlo mejor, de ser equitativo, justo y moralmente
correcto, con eso puede ser suficiente.
Pasado cierto
tiempo de práctica del Go, se produce un descubrimiento sorprendente: el Go y
la vida se parecen. Como la vida, el Go nos muestra que siempre hay algo más
allá que aún no vemos pero podemos descubrir.
Por eso
acrecienta el sentido filosófico, el sentido innato de búsqueda en todos los
seres humanos. Búsqueda de equilibrio y armonía, búsqueda de la belleza abstracta
que se oculta detrás de todas las formas, búsqueda de conocimiento. Y, tanto
sobre el tablero como en la vida, ese conocimiento es el que nos hará
verdaderamente libres, pues será el que nos permita elegir correctamente
nuestros movimientos y actos.
De esta forma, el Go se convierte también en una vía de perfeccionamiento moral, consistente en buscar siempre la jugada más correcta, la mejor manera de actuar y de este modo empiezas a considerar al Go como una vía de perfeccionamiento personal y como un reencuentro del jugador con la Filosofía, entendida esta en su sentido tradicional y etimológico: Amor a la Sabiduría.
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